lunes, 14 de agosto de 2023






Hablar del emperador Heraclio es sinónimo de retrotraerse a una de las épocas más épicas y heroicas en toda la historia del imperio Bizantino. 

Principios del siglo VII de nuestra era, Constantinopla es el epicentro cultural, militar  y comercial del Mediterráneo. Cumple a la perfección su rol asignado de ejercer como la nueva Roma de la edad media. 

Heraclio fue un emperador fuerte y decidido. En sus enérgicas campañas contra los sasánidas consiguió recuperar reliquias de un alto valor moral y sentimental para su pueblo. Nos referimos a 300 estandartes pertenecientes a las legiones del extinto imperio romano de occidente además de la Vera Cruz, la mismísima cruz donde según cuenta la tradición cristiana fue martirizado Jesucristo. 

Si disponen de unos minutos, repasaremos de manera breve la biografía del emperador Heraclio, pero para conocer al personaje, ya saben, hemos de situarnos en contexto: 


Viajamos al año 575 de nuestra era. 

El imperio bizantino, o simplemente Roma como se denominaban a ellos mismos, se encuentra atacado por multitud de enemigos en todos sus flancos. 


Heraclio el viejo, un militar de alto rango del ejército imperial es el padre de nuestro protagonista. 

El joven Heraclio vivió su infancia y adolescencia entre cuarteles militares y recios hombres de armas. Su padre completó una brillante carrera militar, ejerciendo como hypostrategos y magister millitum en Armenia. A propuesta del emperador Mauricio, al albor del siglo VII fue destinado a Cartago con el importantísimo cargo de exarca, gobernador del territorio asignado. 

Sólido bizantino con la efigie de Heraclio



Heraclio el joven, continuó su formación militar sin más contratiempos hasta que en el año 602 se produjo un acontecimiento que marcaría de manera crucial su biografía. Focas, un alto militar de origen balcánico derrocó al popular emperador Mauricio. Si bien en un principio la relación entre el nuevo emperador y el exarca de Cartago fue cordial, lo cierto es que con el tiempo se deterioró hasta un punto insostenible. 

Focas se mostró como un emperador incapaz y su estela se diluyó inmersa en una serie de erróneas decisiones. Heraclio padre e hijo y algunos de sus familiares decidieron que ya era suficiente. Encabezaron una rebelión desde África. Nuestro protagonista partió desde Sicilia y Chipre rumbo Constantinopla con la misión de convertirse en el nuevo emperador de Roma. 


Y lo cierto es que lo consiguió sin demasiada resistencia. Incluso Prisco, yerno de Focas y responsable de los excubitores, su propia guardia personal, se pasó al bando de Heraclio, el cual acabó personalmente con la vida del depuesto emperador. El 5 de Octubre de 610, Heraclio a los 35 años de edad es coronado como nuevo emperador romano, misma fecha en la que contrajo nupcias con su prometida Fabia Eudoxia prisionera de Focas, la reina rescatada, un cliché tan característico de la edad media. La emperatriz fue muy querida por su pueblo, pero tristemente falleció solamente dos años después. 


Los primeros años de gobierno de Heraclio sin duda supusieron una prueba de fuego a su resistencia y pericia como máximo gobernante de oriente. Los ávaros y eslavos avanzaban en la región de los Balcanes y el gran rey sasánida Cosroes II, consiguió tomar y saquear las importantes plazas de Antioquía, Emesa y Apamea durante el reinado de Focas. 


El emperador Focas

Heraclio no pudo hacer frente a estas conquistas debido a los focos de resistencia internos que encontró en sus primeros años en el trono de oriente. 

Comentiolo, hermano del liquidado emperador Focas se rebeló, aunque Heraclio supo actuar de manera contundente contra los insurrectos partidarios del antiguo máximo dirigente bizantino. La ira de Cosroes no se detuvo en estas campañas de castigo contra Bizancio. En el 613 los sasánidas conquistaron Damasco y Jerusalén, llevándose como trofeo la Vera Cruz, la reliquia más venerada tanto por la iglesia de oriente como la de occidente. También se especula con que la Menorá, el candelabro de siete brazos icónico de la cultura judía se perdió en esta toma de la ciudad santa. 


El imperio romano se encontraba en una situación crítica, a punto de ser devorado por sus enemigos sasánidas, eslavos, ávaros e incluso en sus modestas posesiones de ultramar en Italia e Hispania. Heraclio, sabedor del precario estado en que se encontraba el imperio acometió una serie de profundas reformas que permitieron la viabilidad económica y militar de la aún potencia más importante del Mediterráneo. 


Atajó la corrupción galopante en el seno de la admnistración y rebajó el sueldo de los funcionarios. Aumentó los impuestos y fundió multitud de símbolos religiosos con el beneplácito de la iglesia. Toda medida era bienvenida con el supremo fin de combatir a los enemigos de Dios. 


La nueva moneda de plata, el hexagrama estuvo acuñada con un lema que ayudó a subir la moral de la población y los depauperados ejércitos. Deus adiuta romanis, Dios ayuda a los romanos. En la primavera de 622, doce años después de su entronización, Heraclio se encuentra presto para iniciar su particular reconquista, encabezando él mismo sus ejércitos, devolviendo a Roma la figura del emperador-soldado, una costumbre prácticamente olvidada por sus antecesores. 


Lo cierto es que la campaña de reconquista comenzó muy bien. Fue un 6 de agosto de 622 en Issos, allí donde 900 años atrás Alejandro Magno venció a los mismos persas. En esta ocasión, Heraclio se enfrentó a Sharvaraz, el más capaz de los generales sasánidas. 

Según cuenta Jorge de Pisidia, las tropas persas se encontraban fijas en unas colinas, sin intención de bajar a combatir con las tropas bizantinas. 


La sumisión de Cosroes II

Heraclio dispuso un fenomenal banquete entre los dos ejércitos, comiendo y lanzando los restos de comida a las tropas enemigas, un acto que enervó a Sharvaraz, que picó el anzuelo y envió a sus hombres a combatir. Fueron contundentemente derrotados. 

Tras esta importante victoria, Heraclio tuvo que hacer frente a la larga rebelión protagonizada por los ávaros en los Balcanes. El kan de este pueblo pidió una reunión en persona con el emperador de Oriente, propuesta que Heraclio aceptó. Pero todo fue una trampa pergeñada por el taimado líder ávaro. La fortuna y la agudeza mental de Heraclio le impidieron caer preso y huyó hacia Constantinopla, aunque tuvo que pagar de todas maneras el tributo pactado para poder centrarse en su guerra contra los sasánidas. 


Una vez asegurada la frontera norte, Heraclio ya tiene las manos libres para volver a su principal campaña, destruir y recuperar los dominios arrebatados por los persas. Heraclio y sus huestes penetraron en Mesopotamia y el Cáucaso, logrando épicas victorias que aumentaron de manera significativa la moral de sus soldados y líderes militares. Como ejemplo,  una gloriosa batalla donde triunfó tras enfrentarse a tres ejércitos consecutivos. 


Ante el cariz que estaba tomando el rumbo de la guerra, persas y ávaros se unieron en un intento de asedio de Constantinopla, que no tenía otro objetivo que el de distraer a las tropas de Heraclio. El sitio resultó en un sonoro fracaso. Poco después, Teodoro, hermano de Heraclio infligió una severa derrota a un ejército persa liderado por el general Shahin. 

Si bien Heraclio se rebeló como un notorio líder militar, lo cierto es que también se mostró como un titán en las cancillerias. 

Consiguió atraerse las simpatías de los jázaros y los kokturcos. Pero sin duda el golpe diplomático definitivo fue conseguir neutralizar al más relevante general de los persas, líder en las antiguas campañas de conquista de Damasco y Jerusalén. 

Sharvaraz, que pocos años después fue entronizado como rey sasánida, fue convencido que Cosroes II planeaba su liquidación, hecho que supuso la retirada del importante comandante y sus tropas. 

Mapa del imperio durante el gobierno de Heraclio
Todo se decidió en el año 627 en la batalla de Nínive a las afueras de la actual Mosul. Alrededor de 35 mil bizantinos se encontraron prestos a luchar contra las tropas sasánidas comandadas por el general Rhazahd. 

Tras más de 8 horas de combate en medio de la niebla, los romanos consiguieron una gran victoria contra los persas, arrojando unas cifras estimadas en torno a 20 mil enemigos abatidos. La leyenda cuenta que el mismo general persa desafió a un combate singular al emperador Heraclio, el cual aceptó el duelo, consiguiendo ejecutar a su rival de un solo golpe.

Aunque a esta batalla no la podemos catalogar como decisiva, lo cierto es que tras la victoria, los bizantinos tuvieron acceso franco al suntuoso palacio de Dastagird, consiguiendo de esta manera un ingente botín además de la recuperación de 300 enseñas del imperio romano, perdidas en las muchas batallas que sostuvieron persas y romanos centenares de años atrás. 


Heraclio persiguió a Cosroes hasta Ctesifonte, la misma capital del imperio sasánida. Cosroes II pasó de cazador a cazado. Fue depuesto y ejecutado por su mismo hijo Kavad II, el cual firmó un acuerdo de paz con nuestro protagonista. Se acabó de esta manera con 25 fatigosos y duros años de guerra entre bizantinos y sasánidas. 


Todos los territorios tomados en las campañas anteriores fueron restituidos a Bizancio y Heraclio, ya entrado en la cincuentena de años regresó a Constantinopla como un héroe, portando la Vera Cruz devuelta por los sasánidas hasta la misma Jerusalén.  Heraclio se arrogó para si mismo el título Basileus, que significa rey en griego, una forma que posteriormente fue utilizada por los sucesivos emperadores hasta la caída de Constantinopla. 


La batalla de Yarmuk

El imperio sasánida entró en una espiral de crisis de la que nunca se recuperó. Pero ahí estaban los musulmanes que aprovecharon la situación para hacerse con los restos del extinto imperio. Un nuevo enemigo para Roma asentado en una férrea religión fundada por Mahoma, coetáneo de nuestro protagonista. 

La batalla de Mu'tah, celebrada en el año 629 fue el prólogo de las incursiones árabes que se sucederían en los años venideros. Si bien Bizancio ganó, Heraclio y sus generales tomaron buena nota del peligro que podían significar las tribus unificadas provenientes de Arabia. 


Cinco años más tarde cayó Palestina y posteriormente hicieron lo propio Damasco y Emesa. Heraclio, que ya sobrepasaba la sesentena de años no estaba dispuesto a que los musulmanes le arrebataran más territorio. 

En el año 636 consiguió congregar un inmenso ejército compuesto de soldados bizantinos y mercenarios francos, georgianos, armenios, gasánidas y eslavos. Esta enorme hueste partió desde Alepo en búsqueda de Jalib ibn-al walid,, uno de los generales de confianza del ya fallecido Mahoma. 


La batalla de Yarmuk supuso una catástrofe para el imperio bizantino. Tras varios días de importantes escaramuzas, el general Al-walid consiguió emboscar al ejército combinado cristiano, que aún y estar en ventaja numérica de 2 a 1, sufrió una humillante derrota, dejando en el campo de batalla unos 30 mil cuerpos sin vida de valerosos soldados romanos, la mitad de los combatientes. 

Heraclio, enterado de la derrota y sin un ejército con el que hacer frente a los musulmanes, no tuvo más remedio que renunciar a Siria y Palestina. 


El sexagenario emperador intentó retener la importante región de Egipto pero solo sirvió para retrasar unos años más lo evidente. Egipto y Mesopotamia también cayeron de lado islámico. Así se han mantenido estas regiones hasta nuestros días, exceptuando el paréntesis que supuso el triunfo cristiano durante la primera cruzada, de ahí la importancia de la batalla de Yarmuk y la vida y obra de nuestro protagonista. 


Heraclio falleció un 11 de febrero de 641 a los 66 años de edad, sumergido en una crisis territorial y política de la que los gloriosos herederos de Roma nunca se repondrán. 


El emperador Heraclio, una de las figuras más apasionantes en toda la historia del imperio bizantino, equiparable a la del gran general Flavio Belisario. 

Un hombre que heredó un estado sumido en una absoluta crisis y en sus primeros años de reinado no pudo hacer frente a todos sus enemigos. Con audacia y tesón consiguió redimirse, pero una nueva religión y forma de entender la vida enterró las esperanzas de la nueva Roma. 


La Vera Cruz

Las campañas de Heraclio se pueden considerar de alguna manera como las primeras con un espíritu de cruzada. Las gestas de nuestro protagonista fueron ampliamente representadas y difundidas durante centenas de años en todo el continente europeo.  

El imperio bizantino sobrevivió 800 años más, pero ya sin la grandeza y autoridad heredada por el antiguo imperio de occidente. Esta es la historia de uno de los personajes clave del mundo romano. Heraclio Basileus, rey de reyes. 


Nos quedamos con las palabras de Jorge de Pisidia, poeta e historiador bizantino coetáneo de Heraclio, el cual se refería al emperador con estas palabras: 


“Las campañas de Heraclio están a la altura, estratégica y tácticamente hablando, de las de un Escipión, un César o un Alejandro. Con ellos fue comparado en su tiempo y es justo que así sea aunque hoy Heraclio duerma en el injusto olvido” 




 



lunes, 24 de julio de 2023

 




Benedicto XIII, conocido como el Papa Luna, es uno de los personajes clave para entender la intrincada política vaticana y europea de los siglos XIV y XV.

Firme y perseverante como ningún otro, de hecho la expresión popular “mantenerse en sus trece” es una locución que bien refleja el carácter obstinado y tenaz del Papa Luna. Cuentan que la anécdota vino a raíz de una negociación con otro ilustre español, San Vicente Ferrer. Benedicto XIII no se quería desprender de su tiara papal y respondió a todas las cuestiones de su interlocutor con un escueto y tajante yo soy el Papa y 13.


Este es uno de los orígenes más aceptados de esta expresión tan castellana, hay muchas más teorías, tampoco me tomen muy en serio esta alegre chanza.

Sea como fuere, para entender mejor al personaje, ya saben, hemos de situarnos en contexto:

Nos trasladamos al año 1342 en la hermosa villa de Illueca, perteneciente al reino de Aragón.

Este año nació nuestro protagonista y fue bautizado con el nombre de Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor.

Ilustres apellidos que le permitieron gozar de una exquisita educación. No era el primero de los hermanos, así que no estaba destinado a heredar las principales posesiones familiares, que por ley, pasaban al primogénito.

El joven Pedro de Luna inició sus estudios en Calatayud o Zaragoza. Posteriormente, el futuro Benedicto XIII estudió leyes y se doctoró en derecho canónico en la prestigiosa Universidad de Montpellier.

En 1366, recién acabados sus estudios, gracias a su brillantez recibió las órdenes menores y el subdiaconado. Y es en este momento cuando traba una sincera amistad con un personaje crucial en la historia medieval española.

Ayudó a cruzar los Pirineos en su huida a Francia al pretendiente Enrique de Trastámara, que en aquél entonces luchaba contra su hermanastro Pedro I el Cruel por el trono de Castilla en la conocida como guerra de los Dos Pedros.

Enrique II de Trastámara



Nuestro joven protagonista impartió docencia en la Universidad de Montpellier hasta que en el 1375, a los 33 años de edad fue promocionado a cardenal por Gregorio XI, el Papa del momento, gracias a las recomendaciones de Pedro IV el ceremonioso rey de Aragón.

Recordamos que en este momento la sede papal se había mudado de Roma a Aviñón, entre otros muchos factores por la inseguridad de la eterna ciudad. Felipe IV de Francia ejerció una desmedida influencia sobre los sucesivos papas, algo que en Roma y demás reinos cristianos no estaban dispuestos a tolerar.


Sea como fuere, Pedro de Luna, fue nombrado como uno de los 24 cardenales de Gregorio XI, e incluso fue uno de los integrantes de la expedición de regreso del Papa a Roma.

El futuro Papa Luna se asentó en el Castillo de Sant Angelo, siempre fiel y leal hasta la muerte de Gregorio XI en el año 1378.

El subsiguiente cónclave fue uno de los más polémicos y tensos que se recuerda en toda la historia de la iglesia de occidente.
Dieciséis cardenales, once franceses, cuatro italianos y Pedro de Luna fueron los encargados de designar al siguiente Papa.

El pueblo romano se concentró en las afueras de las dependencias vaticanas bajo la exigencia que se escogiera a un pontífice romano o itálico. Los cardenales electores incluso en algún momento llegaron a temer por sus propias vidas ante el cariz que estaban tomando las revueltas.

Finalmente se optó por una solución que agradara tanto a italianos como a franceses. Bartolomé Prignano, arzobispo de Bari fue elegido como nuevo Papa bajo el nombre de Urbano VI.

Pero el nuevo pontífice no se mostró como una figura de consenso, no dudó en criticar abiertamente el modo de vida lujoso de los altos cargos eclesiásticos, entre muchas otras soflamas incómodas de digerir.

Pocos meses más tarde, se revocó esta elección y fue nombrado nuevo Papa Clemente VII, bajo la premisa que los cardenales no habían podido votar libremente a causa de las revueltas populares. Dos sumos pontífices para regir una sola iglesia. Dos Papas que se excomulgaron mutuamente.

En resumen podemos decir que el Sacro Imperio, Francia e Italia se mostraron favorables a Urbano VI y el resto de Europa apostó por Clemente VII, ya tachado de antipapa. Este es el conocido como Cisma de occidente, una profunda división en el seno de la iglesia que no finalizó hasta el año 1417.


Clemente VII
Castilla, Aragón y Navarra se mantuvieron neutrales. Pedro de Luna fue designado como legado a latere en la península ibérica para atraer las simpatías de los poderosos reyes de estos reinos.

Nuestro protagonista recorrió de norte a sur y de este a oeste la península durante 12 años, siendo bien recibido en las cortes de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal.

Pedro de Luna finalmente consiguió el apoyo de estos territorios para la causa de Clemente VII. En 1393 fue enviado como legado a Francia, Flandes e Inglaterra, lugares donde ejerció con poca fortuna su encomienda, pero que le sirvió como experiencia para entrar en contacto con las más altas instituciones universitarias de aquellos reinos.


Pedro de Luna, ya entrada en la cincuentena en el año 1394, pretendió retirarse a pasar sus últimos años de vida en su canonjía de Reus, pero un acontecimiento estaba a punto de dar un vuelco completo en su vida.

Clemente VII falleció a causa de una apoplejía, y 28 días después Pedro de Luna fue elegido por unanimidad como nuevo Papa bajo el nombre de Benedicto XIII.

Recordamos que el Cisma de Occidente aún no se había cerrado. En Roma mandaba otro pontífice.

Benedicto XIII, proclive a los intereses de la corona de Aragón pronto perdió los apoyos de Francia, Castilla e Inglaterra. Incluso también de la mayoría de sus cardenales, pero Benedicto continuaba en sus trece, él era el único Papa legítimamente escogido antes del Cisma de occidente.

Y para demostrar su legalidad, el Papa Luna decidió abandonar de una vez por todas Aviñón e instalarse en las dependencias vaticanas romanas, ahora ocupadas por Bonifacio IX.

Benedicto XIII, disfrazado de Cartujo viajó por toda Francia y se supo atraer el favor de importantes prohombres como Luis II de Anjou, rey de Sicilia y Nápoles o el duque de Orleans.

Gracias a una flota conformada por naves aragonesas y genovesas, Benedicto XIII, rebasada ya la sesentena intentó por todos los medios posibles penetrar en suelo itálico, sin éxito alguno. La última intentona fue abortada debido a una peste declarada en territorio ligur.

Pero finalmente el nuevo papa Gregorio romano XII se mostró presto a debatir y negociar con el ya declarado antipapa Benedicto XIII.




Benedicto XIII
En el año 1407 se fijó un encuentro en el castillo de Pietra Santa. Cuando el cisma parece que se iba a solucionar, nuestro protagonista recibió la noticia del magnicidio del duque de Orleans, su principal valedor. Benedicto XIII canceló la cumbre con su adversario , temía ser presa de una emboscada.
Los reinos cristianos y los respectivos cardenales de cada pontífice ya estaban hartos de la constante e interminable división en el seno de la iglesia.

En el año 1409 se convocó un nuevo cónclave donde se votó la condena por herejes y cismáticos a Benedicto y Gregorio, además de la elección de Alejandro V. Ahora ya no había dos papas, sino tres.

El depuesto Benedicto XIII, conocedor de su delicada situación, no renunció a su tiara papal, pero decidió establecerse en dominios aragoneses en la corte de Martín I.


Esta fue una decisiva etapa para el futuro de la corona de Aragón, puesto que pocos meses después de la llegada del Papa Luna a estas tierras, falleció el mismo rey Martín I sin un sucesor legítimo.

Benedicto XIII junto al dominico Vicente Ferrer jugaron un papel crucial en las cancillerías y despachos de todos los prohombres y magnates de la Corona de Aragón.

La crisis sucesoria se resolvió en el año 1412 en el conocido como Compromiso de Caspe. Fernando I de Aragón, también conocido como Fernando de Antequera, bisabuelo de Fernando el Católico, se impuso sobre sus otros cinco rivales candidatos al trono.

Benedicto XIII, ya pasada la setentena de años no se dio por vencido en sus aspiraciones papales.
Juan XXIII convocó un nuevo cisma universal que unificara de una vez por todas las tres cabezas de la iglesia. El concilio de Constanza, en el que se esperaba que los tres papas cedieran en sus aspiraciones en favor de un nuevo pontífice.

Juan XXIII y Gregorio XII renunciaron. Benedicto no lo hizo. Seguía manteniéndose en sus trece.
Fernando de Aragón en multitud de ocasiones intentó entrar en razón al terco Papa Luna, ya depuesto y excomulgado por la iglesia. No fue posible.

Benedicto XIII se instaló en la segura plaza de Peñíscola, tan solo contando con el lejano y escaso apoyo del reino de Escocia y el conde de Armagnac.



Castillo de Peñíscola
El ya anciano y obstinado Benedicto XIII fue objeto de un envenenamiento con arsénico y azufre del cual resultó indemne a la edad de 76 años.

Nuestro protagonista pasó sus últimos años de vida rodeado por algunos de sus nobles familiares y con el apoyo implícito de Alfonso V de Aragón.

Pedro Luna falleció un 23 de mayo de 1423 a los 81 años de edad aún aferrado a alguna leve esperanza de ser de nuevo elevado a los altares de la iglesia vaticana.

Esta es la historia de Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor, Benedicto XIII el conocido como Papa Luna.
Un hombre que mantuvo sus ideales y sus derechos por encima de cualquier acontecimiento adverso o vicisitud. No importaba cuan grandes o peligrosos fueran sus enemigos, Benedicto se mantuvo en sus trece hasta el final de sus días.





viernes, 9 de junio de 2023

 



El tema que nos atañe es una cuestión que ha traído de cabeza a muchos historiadores a lo largo de los siglos.

¿Por qué el excelente general cartaginés no sitió a la eterna capital romana? Aparentemente las condiciones le eran muy favorables, más sobretodo después de la incontestable batalla de Cannas, donde Aníbal liquidó casi al 80 por ciento del total de las fuerzas romanas presentadas en combate.

Después de la crucial contienda, Aníbal era poseedor de un mayor ejército y mucho más experimentado que las débiles milicias urbanas que a duras penas lograban mantener el orden dentro de las murallas de la gran urbe.

La mayoría de generales se hubieran lanzado al ataque total contra el centro neurálgico de su ancestral rival político y militar, una ocasión única.
Pero Aníbal no tomo esta decisión, no. Él veía mucho más allá, hoy analizaremos los motivos e hipótesis por los cuales el general cartaginés en apariencia dejó pasar una oportunidad de oro para aniquilar de una vez por todas el incipiente poder romano.


Nos situamos en otoño del 218 antes de nuestra era. El tenaz general cartaginés Aníbal Barca ha logrado la épica de atravesar los Alpes con un contingente de unos 100 mil hombres y sus temibles elefantes de guerra. Nadie en Roma esperaba que pudiera completar semejante hazaña.




Aníbal y su paso por los Alpes 
Una vez en suelo itálico, Aníbal venció batalla tras batalla. Ningún cónsul romano estaba a la altura de su genio táctico y estratégico.

Primero fue la batalla del Trebia, un anticipo de los sucesivos desastres militares que padecería roma en los años venideros.
Ambos ejércitos se enfrentaron con unos 40 mil hombres por cada bando. El saldo tras la contienda fue muy favorable para los intereses cartagineses. 15 o 20 mil legionarios y el resto del ejército en desbandada. Los púnicos solo sacrificaron apenas unos cientos de soldados.






Tras pasar el invierno con sus aliados galos, las fuerzas púnicas atravesaron los Apeninos en la primavera del 217.

El choque se produjo en el lago Trasimeno, otro gran desastre para Roma, con la mayor parte de su ejército eliminado, incluido el cónsul Cayo Flaminio.
Aníbal Barca era conocido por su astucia y sagacidad, sabía que debía ganarse la simpatía de los pueblos itálicos. Tras la batalla liberó a miles de rehenes no romanos, muchos reclutados a la fuerza, con el objetivo que volvieran a sus villas y ciudades a contar de primera mano lo que en Trasimeno había pasado. Una estrategia que a corto y medio plazo resultó muy efectiva para los intereses púnicos.

Tras pasar por Etruria y Umbría, finalmente el enorme ejército púnico arribó a Apulia, con el objetivo de conquistar o cambiar las simpatías de algunas de las antiguas colonias griegas, en aquel entonces bajo dominio republicano.

Por suerte para los intereses romanos, por fin fue elegido un dirigente que entendió la mente y la manera de pensar de Anibal. Quinto Fabio Máximo, ante la emergencia nunca antes vista en la ciudad capitolina fue elegido dictador, un cargo excepcional que concentraba el poder en solo una persona durante un periodo de seis meses.

Fabio no quería oír ni hablar de luchas en campo abierto. Retardaba lo más posible el choque directo, una estrategia muy impopular que en 216 le costó el cargo a favor del agresivo Cayo Terencio Varrón y el más moderado Lucio Emilio Paulo.

Un craso error, como se demostraría posteriormente en la batalla de Cannas de la primavera del 216, todo un hito aún hoy en día estudiado en multitud de escuelas militares del mundo.

Aníbal partía con unos 36 mil efectivos de desventaja, hecho que no impidió infligir una de las más severas derrotas a las legiones romanas en sus casi 1000 años de historia.




La muerte de Lucio Emilio Paulo - J. Trumbull
Los datos hablan por sí solos, Aníbal, perdió unos 6 mil hombres más 10 mil heridos de diversa gravedad, pero en el bando itálico fue una auténtica hecatombe; 60 mil fallecidos más 10 mil prisioneros, aniquiladas de esta manera casi un 80 por ciento del total de las fuerzas romanas presentadas en combate.

También perecieron insignes prohombres como el mismo cónsul Lucio Emilio Paulo, además de dos procónsules, 29 tribunos y unos 80 senadores.

Roma estaba desolada, dentro de sus murallas apenas le quedaban militares experimentados o ni tan siquiera hombres en edad de luchar. Fruto de la desesperación, incluso se registraron por primera y última vez en muchos años sacrificios humanos, el último recurso para implorar a los dioses por la supervivencia de la orgullosa república romana.

Pero Aníbal continuaba rodeando la península itálica sin marchar hacia la urbe capitolina. Su objetivo era aislar a los romanos en su propio territorio, cambiar las lealtades de sus socios itálicos para así ganar también efectivos a su propia causa. De esta manera se aseguraba el refresco de sus fuerzas así como un correcto aprovisionamiento para su ingente ejército.

Tras la prestigiosa batalla de Cannas, importantes ciudades como Arpi, Herdonia o Capua se pasaron al bando cartaginés. Cuenta la leyenda que Maharbal, comandante de la caballeria númida requirió un asalto total a Roma, idea que Aníbal rechazó frontalmente, y parece ser que el númida le dijo estas palabras: “Verdaderamente, los dioses no han querido dar todas las virtudes a la misma persona. Sabes sin duda, Aníbal, cómo vencer, pero no sabes cómo hacer uso de tu victoria”.

El general cartaginés pocos días después del decisivo choque de Cannas incluso envió
una delegación a Roma para negociar una paz, pero los senadores se negaron a parlamentar.
Roma movilizó todo lo que tenía, se levó la mayor parte de la población masculina, adolescentes mayores de 17 años y ancianos, hombres sin tierra e incluso esclavos. Cualquier cosa antes que rendirse.

Ante la negativa del senado, Aníbal continuó la táctica de aislamiento de Roma en su propio territorio. Aún necesitaba mayor posición de fuerza, no quería dirigir el grueso de su ejército ante las magníficas murallas romanas, con el riesgo de enquistarse en un estéril asedio, dejando desatendidas sus nuevas conquistas itálicas.

El objetivo era distraer a las legiones en diferentes frentes. El general púnico incluso en el año 215 consiguió alianzas internacionales, en este caso con el rey Filipo V de Macedonia, por aquel entonces una de las mayores potencias de todos los pueblos y reinos helénicos. Otro quebradero de cabeza y foco de conflicto para los estrategas romanos.

Durante los siguientes años, el general púnico continuó con su estrategia de conquistar toda Italia. Sicilia fue la gran toma en el año 214, consiguiendo de esta forma una vía de aprovisionamiento de alimentos y tropas de manera directa con la capital Cartago.

Los romanos mientras tanto no se quedaron de brazos cruzados. Los nuevos cónsules consiguieron pequeñas victorias y reconquistas de ciudades recientemente aliadas de Cartago. Pero Aníbal continuaba ganando la guerra.



Victorias de Aníbal
Asegurado ya el sur de Italia y las cruciales ciudades de Tarento y Sicilia, gracias a los efectivos inventos militares de un gran matemático y físico llamado Arquímedes, Aníbal abandonó la región meridional de la península y decidió marchar hacia Roma.

Hannibal ad portas, está fue la frase que corría de boca en boca durante aquellos inciertos días. La población romana enloqueció ante la inminente aparición del magnífico aniquilador de cónsules que con sus victorias se estima que había conseguido reducir la población romana en un 20 por ciento.






Pero esto no era más que otra estratagema del general púnico, que veía como un importante ejército romano liderado por Apio Claudio sitiaba la importante ciudad de Capua, un territorio que Aníbal no se podía permitir el lujo de perder bajo ninguna circunstancia.

Pero los cónsules no cayeron en la trampa y enviaron unos 15 mil hombres al socorro de Roma, dejando muchos efectivos en el sitio de Capua y en otros lugares donde había conflicto.

Aníbal llegó hasta las murallas de Roma y acampó a 3 millas de la ciudad. La infantería romana, muchos soldados veteranos o púberes recién levados incluso formaron para presentar batalla, una refriega que nunca se llevó a cabo.
Por allí andaba un joven de 24 años llamado Publio Cornelio Escipión, hijo y sobrino de los dos cónsules enviados a Hispania para frenar el avance cartaginés liderado por Asdrúbal, hermano de Aníbal. Unos pocos meses después ambos cónsules fallecerían en la conocida como batalla del Betis Superior.

Tras pasearse a lo largo y ancho de las murallas que protegían la ciudad de Rómulo, Aníbal se retiró, no habría combate ni asedio a Roma. El general púnico regresó a sus conquistas itálicas con el objetivo de consolidar sus posiciones.

Pero la no invasión de Roma supuso un punto de inflexión en el conflicto conocido como segunda guerra púnica. Capua cayó bajo dominio romano poco tiempo después y comenzaron a sucederse los primeros éxitos republicanos que años más tarde desembocarían en la rendición total de Cartago.

Estos fueron los hechos y ahora plantearemos algunas hipótesis.
Aníbal en su paso previo por Hispania tardó 8 meses en completar un exitoso asedio a la ciudad de Sagunto, infinitamente menos populosa y peor defendida que la gran Capital Roma.

De todas las acciones del general cartaginés tras su paso por los Alpes en el 218, podemos deducir que la estrategia a seguir era la de aislar a Roma de sus aliados itálicos, asfixiarlos en su territorio consiguiendo que muchas ciudades se pasaran al bando púnico aportando hombres y garantizando una línea de suministros.



Busto de Aníbal
Tras la decisiva batalla de Cannas, Aníbal no tenía las suficientes fuerzas para someter a asedio a la colosal Roma. Se calcula que tan solo podría disponer de unos 25 mil hombres en plenas condiciones para luchar, pero muchos de ellos cansados y exhaustos tras varios meses seguidos de batallas y marchas forzadas.

Un hipotético asedio quizá hubiera provocado el retorno de todas las legiones romanas desperdigadas por suelo itálico e hispánico, unos 150 mil hombres bien pertrechados y entrenados, según datos del historiador Polibio. Aníbal corría serio peligro de quedar atrapado y rodeado en los alrededores de Roma.

La toma de Roma por Aníbal, una ucronía con la que muchos aficionados al mundo romano han fantaseado. Este hecho hubiera cambiado totalmente el devenir de los tiempos futuros, con una ciudad estado africana como primera potencia del Mediterráneo. Pero esto nunca sucedió, la historia es la que es y disfrutamos analizando las causas, motivos y consecuencias de hechos cruciales que nos han conducido al mundo y la sociedad que conocemos hoy en día.



martes, 6 de junio de 2023



 



El lugar más sagrado de toda la antigua Grecia. Espacio dedicado al culto y veneración de Apolo, el dios de la naturaleza, las artes, la curación y de la adivinación.

El templo de Delfos, el mayor centro de peregrinación de la antigüedad. Ningún rey o gobernante osaba tomar una decisión crucial sin antes haber consultado al oráculo, un ancestral ritual que durante siglos rigió y dictó los designios políticos de todas las ciudades estado que conformaban la Hélade.

Pero vayamos a los inicios. La mitología cuenta que fue el mismo Apolo el encargado de fundar su propio santuario. Transmutado en delfín, atrajo la atención de unos marineros cretenses hasta el valle del Pleisto, cerca del monte Parnaso, el majestuoso y sacro hogar de los dioses.

Una vez desembarcados los marinos, El dios de la lira se mostró ante ellos, conminándoles a tomar los hábitos sacerdotales en su mismo favor, el dios Apolo Delfíneo.
Apolo Citaredo



El templo se erigió en un emplazamiento llamado Pito, lugar donde habitaba una gran serpiente que en sus orígenes fue la guardiana del arcaico santuario.
Este es el origen etimológico de la que conocemos hoy en día como serpiente Pitón, además de la pitia o pitonisa, la posterior sacerdotisa adivina que a través de sus enigmáticos rituales ofrecía las respuestas que los demandantes solicitaban.

Históricamente hablando, en las cercanías del extinto templo se han hallado restos de una pequeña aldea fundada alrededor del 1400 antes de nuestra era, en plena época micénica.

La leyenda cuenta que un pastor observó un comportamiento anómalo en su rebaño de ovejas cuando se acercaban a una profunda grieta que por allí había.
El mismo pastor comenzó a profetizar, parece ser que con cierto éxito, pues su fama se extendió y comenzaron a llegar centenares de peregrinos provenientes de toda la Hélade.

Es de suponer que de esta grieta surgían unos gases que provocaban un estado de trance a todo aquél que los aspirase por un tiempo prolongado.

Esto provocó que muchos solicitantes enloquecieran y se lanzaran al abismo por la hendidura. Finalmente se decidió que sería una mujer la encargada de transmitir los mensajes, a la cual se la dotó primero con un altar y más tarde con todo un templo.




Pitia - Jacez Malczewski

Posteriores investigaciones han descubierto que en el mismo emplazamiento donde se asentaba el antiguo oráculo, es justo un lugar donde se cruzan dos fallas geológicas.
Y sí, de allí surgían gases como etano, metano y etileno, capaces de crear estados psicosómaticos en cualquier persona que se exponga por un prolongado tiempo.

El templo original fue pasto de las llamas en el 548 antes de nuestra era. Pero allí estaban los alcmeónidas, la poderosa familia ateniense a cuyo clan pertenecieron figuras claves en la historia antigua como Clístenes, el hombre que impuso la democracia en Atenas

Otros prohombres alcmeónidas fueron Jantipo, héroe de la batalla de Mícala y padre del gran Pericles, el hombre que dio nombre a toda una centuria, el siglo de oro de la cultura griega. El siglo de Pericles.



Pero volvamos al nuevo templo, que fue reconstruido alrededor del año 505.
Ya por este tiempo el oráculo gozaba de una enorme popularidad en toda la Hélade, incluso se ha registrado una embajada enviada por el último rey de Roma, Lucio Tarquinio el Soberbio.
Historiadores coetáneos como Heródoto o Pausanias apuntan en sus crónicas enorme cantidad de tesoros, pórticos, cariátides y estatuas a modo de exvotos provenientes de muchas ciudades griegas.

Uno de los hallazgos mejor conservados es el auriga de Delfos, una imponente estatua de bronce a tamaño real. Aunque el resto del monumento se ha perdido, gracias a esta obra nos podemos hacer una aproximación respecto al colosal tamaño del conjunto. Un gasto enorme, que nos puede dar una idea de la importancia y respeto que profesaban nuestros antepasados hacia el oráculo de Delfos.

Era tal la concentración de demandantes que allí se construyeron un teatro y un hipódromo. Delfos también tuvo el honor de ser la sede de los Juegos Píticos, una serie de competiciones deportivas en honor de Apolo que entró en el circuito de certámenes como los que se celebraban en Olimpia, Nemea y Corinto.

El oráculo de Delfos estaba abierto a todo aquél solicitante que lo deseara. Tanto para los más poderosos como para los más humildes.

Las profecías se realizaban una vez al mes, el día 7, fecha de nacimiento del dios Apolo.
Los peregrinos, una vez realizados los rituales y sacrificios de rigor podían preguntar directamente a la pitonisa, que en estado de trance ofrecía crítpticas y enigmáticas respuestas que un conjunto de sacerdotes las plasmaban en verso sobre tablillas.


En muchos casos, el suplicante salía del oráculo con más dudas de las que tenía al entrar.
Célebre es la consulta que realizó la ciudad de Atenas ante la inminente conquista persa encabezada por el rey Jerjes.
Vista de de Delfos - Claude Lorrain



Las tropas médicas se dirigían hacia la Atenas, y el consejo del oráculo fue que los atenienses debían refugiarse en sus murallas de madera.

Esta enigmática respuesta descolocó a todos los gobernantes hijos de Atenea, allí no había ningún tipo de muralla hecha de este material.
Unos recordaron que la antigua Acrópolis estaba rodeada de vallas de madera, estos permanecieron atrincherados y fueron los primeros en caer ante la invasión persa.

Otros interpretaron el vaticinio de forma más metafórica. Las murallas de madera a las que se refería el oráculo eran la fantástica flota ateniense, que sirvió para evacuar a la mayoría de población y ponerse a salvo en la isla de Salamina.

Con estas historias nos podemos hacer una idea de los enrevesados y ambiguos que podían ser los mensajes divinos proporcionados por la Pitia.

El oráculo fue una zona pacificada y no militarizada, un pactó tácito entre la mayoría de polis griegas del momento.
Pero en el siglo IV en el marco de las guerras sagradas, los focios rompieron el acuerdo y saquearon el templo, toda una aberración que el mismo Filipo II, padre de Alejandro Magno les hizo pagar muy caro, obligándoles a devolver todo lo allí robado.

En el 370 se registró un catastrófico terremoto que destruyó por completo el templo erigido por los alcmeónidas. Aunque posteriormente se reconstruyó y continuó siendo un enclave religioso fundamental en el periodo helenístico.


Pero ahí estaba la incipiente república romana, que tras la batalla de Pidna, logró poner pie y medio en la hélade.
El 146, tras la derrota de la liga aquea, Roma se anexionó toda Grecia bajo un régimen de protectorado. Es en esta época cuando el oráculo de Delfos comienza su irremediable declive, consumado en el año 86 tras el feroz saqueo cometido por el dictador Lucio Cornelio Sila en el contexto de las guerras mitridáticas.

El emperador Teodosio, el instaurador de la religión cristiana en todo el imperio, fue el clausurador oficial del oráculo, apenas visitado ya en aquella época.
Bajo su mandato se persiguió los ritos paganos y el culto a los antiguos dioses.

El célebre médico Oribasio, devastado por el inexorable declive de las divinidades olímpicas, fue uno de los últimos visitantes del oráculo. Recibió una certera y melancólica respuesta sobre la situación.


Licurgo consultando a la Pitia - Eugene Delacroix
Dile al rey que la flauta se ha caído al suelo. Febo ya no tiene casa, ni laurel de oráculo, ni fuente que hable, porque el agua que habla se ha secado”.

Este fue el fin de uno de los recintos sagrados que marcó durante siglos los designios políticos de las diferentes civilizaciones que habitaron el mare nostrum.








Un oráculo, que si bien sus predicciones fueron ampliamente respetadas y aceptadas, no estuvo exento de polémica, pues muchas fueron las acusaciones de partidismo hacia los sacerdotes y la pitia.

Resulta lógico llegar a la conclusión que en determinados momentos podrían haber modificado sus vaticinios en favor de uno u otro contendiente.

Nos quedamos con la leyenda, que dice que en la entrada del Oráculo de Delfos se podía leer una certera inscripción que rezaba el siguiente proverbio:

Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.

martes, 30 de mayo de 2023

 



Centenares de veces hemos oído hablar de la famosa “Carta Magna”.
¿Pero, realmente qué es? ¿Una protoconstitución? ¿Un texto precursor de los derechos humanos? ¿O un documento que garantizaba los privilegios de los señores feudales?
Muchos juristas e historiadores aún hoy en día mantienen encendidos debates sobre la verdadera naturaleza de este singular documento nacido en plena edad media.

Si disponen de unos minutos, en este humilde espacio analizaremos los motivos, las causas y las consecuencias del otorgamiento de la Carta Magna, y como no, aprovecharemos para repasar brevemente la historia de la Inglaterra medieval del siglo XIII. Como siempre nos hemos de situar en contexto:

Viajamos a un 18 de Mayo de 1152. Nos situamos en la catedral de San Andrés de la preciosa villa de Burdeos. Leonor de Aquitania, la mayor feudataria de toda Europa contrae segundas nupcias con Enrique II de Plantagenet, futuro Enrique II de Inglaterra.

Leonor se convierte en reina de Inglaterra después de haber ejercido como tal en Francia. Su matrimonio con Luis VII fue un rotundo fracaso.

Leonor de Aquitania
(Frederick Sandys)
Leonor y Enrique son poseedores de una amalgama de ducados y condados que juntos abarcan una enorme cantidad de territorio. Desde los Pirineos hasta Irlanda. Este es el conocido como imperio angevino, unas tierras que multiplicaban por ocho los feudos bajo dominio del rey francés.

Del matrimonio de Leonor de Aquitania y Enrique II nacieron ocho criaturas, siendo los más relevantes Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra.



Tras infinidad de disputas después del fallecimiento de Enrique II, Ricardo I corazón de León ascendió al trono de Inglaterra hasta el año 1199, siendo sucedido por Juan I.

Felipe II por aquel entonces rey de Francia no estaba dispuesto a permitir que su acérrimo enemigo inglés gobernara tan vastas posesiones, más teniendo en cuenta que muchos de estos territorios se ubicaban en el natural reino de Francia.

El albor del siglo XIII trajo una serie de conquistas para el audaz soberano franco, que con sibilina maestría en las cancillerías y buena mano militar consiguió anexionarse multitud de territorios pertenecientes a la contemporánea Francia.



Conquistas de Felipe II
La victoria definitiva se produjo en la conocida como Batalla de Bouvines, donde Felipe II consiguió sobreponerse en inferioridad numérica a una formidable coalición formada por los condes de Flandes y Boulogne, además del mismo Juan sin Tierra e incluso Otón IV de Brunswick, emperador del sacro imperio romano germánico. Normandía seguiría siendo tierra Capeta.

Tras este fracaso militar, muchos barones y potentados ingleses se sublevaron contra Juan I. Sus concatenadas derrotas militares exigían un esfuerzo económico y bélico imposible ya de sufragar por parte de los más pudientes nobles.

Juan I se basaba en el modelo de reinado de sus dos antecesores bajo el lema de vis et voluntas, fuerza y voluntad. El rey se encontraba por encima de la ley e incluso del poder divino. En un pasado no muy lejano, el mismo Juan I fue excomulgado por el papa Inocencio III a raíz del nombramiento del Arzobispo de Canterbury.

Los nobles norteños se rebelaron contra Juan I bajo la promesa que se mantendrían firmes por la libertad de la iglesia y el reino. Exigieron que el monarca confirmara la carta de libertades, un documento promulgado por Enrique I de Inglaterra cien años atrás.
Este texto, prácticamente en desuso hasta aquél momento, contenía 14 puntos donde se regulaba la relación de vasallaje entre el rey y los nobles, referentes sobretodo a temas hereditarios o pagos de tributos.




Firma de la Carta Magna
Juan I, en una situación crítica, accedió a discutir las propuestas de sus señores feudales, cuyo líder era Robert Fitzwalter.

Fue en el mes de enero de 1215, en la bella villa de Oxford, en cuyo seno crecía un proyecto de universidad, donde los agentes reales y los prohombres sublevados entablaron negociaciones.

En realidad todo se trataba de una mascarada. Ambas partes ganaban tiempo para consolidar sus posiciones.
Juan I esperaba una carta papal que reforzara su posición, además de reclutar en secreto ejércitos mercenarios en Francia.

Los nobles rebeldes por su parte estaban aunando fuerzas, hasta que en mayo decidieron romper las negociaciones. Tenían el importante favor de Stephen Langton, el arzobispo de Canterbury.

Los sublevados unieron sus tropas en Northampton y marcharon sobre las ciudades de Londres, Exeter y Lincoln.

Juan sin tierra no se encontraba en una posición favorable y se vio forzado a negociar de nuevo.
Fue un 10 de junio de 1215, en Runnymede, un punto geográfico situado en medio de las dos fortalezas de cada bando. El castillo de Windsor y la ciudad de Staines.

Los rebeldes presentaron un nuevo texto que recogía los deberes y derechos reales y nobiliarios, un documento conocido como “Artículos de los barones”.
Tras nueve días de negociación y gracias a la mediación del arzobispo de Canterbury, finalmente el texto fue ratificado por todas las partes, aunque no fue bautizado como Carta Magna hasta varios años más adelante.

En lo referente a los derechos eclesiásticos y nobiliarios, el documento garantizaba la la protección de los privilegios de la iglesia, así como una exhaustiva vigilancia contra el encarcelamiento ilegal de los nobles.

El rey también se comprometía a un rápido acceso a la justicia. 



Carta Magna del siglo XIV

El asunto económico obviamente quedó reflejado, limitando los impuestos y otros pagos feudales a la Corona, sometiendo a decisión de los nobles determinados tributos.

A modo de cumplimiento por parte del rey, la Carta Magna incluía una clausula, la número 61 que promulgaba que en caso de que pasados 40 días de la fecha de emisión si el rey no firmaba el documento, los rebeldes ocuparían todos los castillos y fortalezas reales hasta que se negociaran nuevas enmiendas.

Juan I, aún y esta explícita cláusula continuó aferrándose a su estrategia de ganar tiempo. 



Nuevamente solicitó la ayuda del papa Inocencio III, que calificó la carta magna no solo de "vergonzosa y degradante", sino también "ilegal e injusta", según palabras textuales del pontífice.

Nueve barones rebeldes y seis clérigos fueron excomulgados, además el arzobispo de Canterbury fue relevado de su puesto.

Londres estaba ocupada por los sublevados, y se comprometieron a entregar la ciudad el 15 de agosto si el rey accediera a ratificar la Carta Magna. Hecho que no sucedió, dando lugar a la Primera guerra de los barones.

Los rebeldes ofrecieron el trono inglés a Luis, el delfín del trono francés.
El príncipe Capeto entró en Londres sin demasiados problemas y fue proclamado, no coronado, como rey de Inglaterra, Juan sin tierra ya había huido hacia Winchester.

Muchos nobles y eclesiásticos rindieron homenaje al nuevo soberano. El archidiácono Gerald de Gales incluso proclamó que: “la locura de la esclavitud ha terminado, el tiempo de la libertad ha llegado, los cuellos de los ingleses están libres de su yugo”.

El destronado Juan I se vio acosado por el incipiente nuevo monarca Capeto y muchos de sus hombres desertaron. Acosado y sin apenas capacidad de reacción falleció un 19 de octubre de 1216 a causa de la disentería.   




Coronación de Enrique III
La corona recayó en su primogénito Enrique, un niño de tan solo nueve años que contra todo pronóstico supo mantener su reino a salvo, recibiendo incluso la confirmación papal.

El nuevo monarca, sustentado por el conde William Marshall y el cardenal Guala Bicchieri en 1216 propuso una nueva aceptación de la carta magna con algunas pequeñas modificaciones, suprimiendo las más desfavorables para los intereses papales.

El documento nuevamente fue rechazado por los nobles rebeldes, muchos de los cuales aún continuaban apoyando al pretendiente francés.

La batalla naval de Sandwich supuso el fin de las aspiraciones del príncipe galo para con el trono de Inglaterra. El tratado de Lambeth puso punto y final al conflicto sucesorio, dejando el reino expedito a Enrique III, el cual gozó de un longevo mandato de 56 años.

A finales de 1217, tras un gran acuerdo, la Carta Magna fue sancionada por todas las partes. Quedaron resueltos algunos flecos como los derechos de los señores feudales sobre sus siervos así como un nuevo tratado en las delimitaciones de los bosques pertenecientes a la corona, prebendas que aportaban unos considerables dividendos a la casa real.

Ocho años más tarde, en 1225 Enrique III adujo que se había visto obligado a la fuerza a aceptar el documento firmado en 1217. En realidad lo que pretendía el monarca era conseguir más ingresos frente a la ofensiva que estaba llevando a cabo su archirrival Luis VIII en Poitou y Gascuña.

La Carta Magna fue el objeto de discusión principal que propició un golpe de estado por parte de muchos barones ingleses en 1258, una rebelión que fue sofocada por el príncipe Eduardo, el futuro Eduardo I.

Fue este soberano quien en 1297 ratificó una renovada Carta Magna bajo el título de confirmación de cartas, con algunos puntos vigentes en la legislación actual, aunque con la mayoría de las cláusulas obviamente revocadas.
Más en concreto, se trata de los artículos 1, 9 y 29 que hacen referencia a libertad de los hombres y la iglesia así como de la ciudad de Londres.

En los siguientes siglos la Carta Magna fue aceptada por los sucesivos monarcas ingleses hasta que llegó la primera edición impresa en 1508.

El documento circuló con profusión y en muchas ocasiones fue parcialmente modificado o tergiversado para defender determinadas posiciones políticas.

Muchos juristas, intelectuales y políticos se enzarzaron en interminables disquisiciones sobre el origen y el tipo de libertades individuales que recogía la carta magna, retrotrayendo estas cuestiones incluso al periodo previo a la invasión de los normandos.

A mediados del siglo XVII tras la guerra civil inglesa y la posterior ejecución de Carlos I, algunos artículos de la Carta Magna se utilizaron como documento base para redactar nuevos tratados y estatutos más acordes con los nuevos tiempos que corrían.

La carta magna jugó un papel fundamental en la constitución de los Estados Unidos, sobre todo en dos puntos fundamentales que continúan vigentes hoy en día.



Escena de la firma de la Constitución
(H.C. Christy)
Hablamos de la famosa quinta enmienda que copió en buena parte al documento medieval en su artículo, donde reza que:  "ninguna persona será privada de la vida, la libertad o la propiedad, sin el debido proceso legal”.


El célebre hábeas corpus también está basado en otro punto de la carta magna, donde se recoge que “No se suspenderá el privilegio del recurso de hábeas corpus, salvo que en casos de rebelión o invasión, la seguridad pública se vea afectada”.

La Carta Magna hoy en día es objeto de estudio y debate en todo el mundo anglosajón.
Muchos historiadores y juristas catalogan el texto medieval como un documento clave para entender el sistema político y legislativo desde el lejano siglo XIII hasta la actualidad.

Hoy en día, año 2023, existen cuatro copias no maestras del documento de 1215, una de ellas descubierta en el año 1812 en la catedral de Salisbury, tiempo en que la carta magna ya era considerada como un texto sagrado en la historia inglesa.


Hablar del emperador Heraclio es sinónimo de retrotraerse a una de las épocas más épicas y heroicas en toda la historia del imperio Bizantin...